Rojas devuelve la alegría...
"...Encima de los ochenta -ya destemporalizado y desespacializado- sigo intacto; creo que sigo intacto, nadando en el oleaje de las pubertades cíclicas, de encantamiento en encantamiento y de desollamiento en desollamiento. Nada me desengaña y el mundo me ha hechizado, sin insistir en la cuerda de Quevedo. Ni en la de Huidobro que nos hizo viejóvenes para siempre. No paso de aprendiz y el seso no me dió para letrado, ni menos para el fulgor encandilante de estar aquí. Pónganse en mi cabeza, es que no lo merezco, ¿qué lo voy a merecer?..."
"...Uno no merece a la palabra. Se la dan porque se la dan. Será cosa de los dioses, pero también del obseso de ser y más ser que anda en el mísero alumbrado que soy yo mismo, ese otro alumbramiento más allá de la madre, de la niñez a la reniñez, del vagido al velorio, y por ahí cosa más de fisiología que de metafísica, más de animal de instante que de loco de eternidad, aunque siempre hice mías unas parcas líneas de Teresa de Ávila, a unos milímetros de Gabriela Mistral: "Tengo una grande y determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure quien murmurare, siquiera me muera en el camino, siquiera se hunda el Mundo"..."
"...De niño aprendí solo, yo solo, que hay que mirar hacia adelante y también hacia atrás al mismo tiempo, y no tenerle miedo al miedo. Porque no se me da la sentencia preciosa del gran Eliot: "Te mostraré el miedo en un puñado de polvo". No es para tanto nunca es para tanto..."