4/21/2004

Farmancia

Hay una farmancia enfrente de mi curro que está realmente anclada en los años 30 del siglo pasado: mostrador, estanterías, cajones, todo de la madera más noble que dieron los fresnos talados en Vallvidrera en el año 1927. También tienen una báscula impresionante ("romana", creo que las llaman, aunque no estoy del todo seguro) que ha debido medir la obesidad mórbida de, al menos, tres generaciones de "vallvidrerencs".

Hoy, como cada día, he entrado a comprar mi ración de Vita-C y me he encontrado con un vecino que se llevaba su Diazepán. Al acabar sus gestiones con la farmaceútica, esta le ha preguntado que si quería chiclets, a lo que el pollo en cuestión ha respondido que sí. Hasta ahí todo normal. Yo, pensando que la farmaceútica echaría mano a un paquete de Trident, veo que arranca un cucurucho de papel de un alambre colgado a su espalda con una impresionante ristra de los mismos y, con una cuchara, lo rellena de bolas de colores achicletás que saca de un maravilloso frasco de la marca Carrasco de principios del siglo XX. Guauuuu!

Cómo no, cuando mi compañero de farmancia se ha borrado del mapa, yo, a parte de agenciarme mis Vita-C, le he pedido mi cucurucho de chicles. Al acabar de rellenármelo, la farmaceútica me ha preguntado que si quería también caramelos mentolados (por ahí no paso!, he pensado), le he dicho: no gracias!, he pagado y, cuando abría la puerta para marchar he oído su voz que me decía:

Salud y República, joven!!

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