5/04/2005

Mediterráneo

A mi Padre



Esto es el puto Mediterráneo, y no porque lo diga Joan Clos y su Fórum (Clos, sós un "chaqueta"!, que diría mi compadre Julián). Lo es desde el momento en que mi padre y mi madre me levantaron un domingo y, después de limpiarme las orejas, me llevaron de la mano a la playa de la Barceloneta. Vaya puto domingo: han pasado casi 20 años y todavía ese sol me está deslumbrando. Eso es el Mediterráneo. Curioso, pero ese recuerdo me asalta muy a menudo. Recuerdo excepcional: vamos a la playa!

Hostia! Nunca hasta ese momento había surgido esa iniciativa. Toallas, sombrillas y bocadillos, metro y ... venga: playa. Acojonante. Recuerdo el camino hacia la playa desde el metro. Descampado arenoso lleno de gente con el mismo objetivo: mojar sus carnes sudorosas en el agua y, sobre todo sol, un sol que te atornillaba la cabeza a la fachada de un edificio que por aquel entonces se me hacía monumental, con aquellos huecos que se dejan entre ladrillos en forma de pirámide (¿porqué esos dibujos en los laterales huérfanos de los edificios?).

De la jornada, dos retazos más:

Mi padre me compró un "frigodedo" (auténtico logro, ya que por aquel entonces regía una economía de subsistencia total, muy poco dada a satisfacer los caprichos del niño).

Gran partida de frontón a mano que presencié en los soportales que existían a pie de playa (San Sebastián?) con una pelota "negra" que en aquel momento no "ubicaba" y que más adelante identifiqué con una pelota de tenis "pelada". Cómo no!, esa partida la presencié yo solo, no a mucha distancia de la toalla familiar, pero al fin y al cabo, solo. Creo que ahí se inició una gran costumbre, creo también que herencia familiar, como la de desaparecer de los grupos, distanciarse momentáneamente para, caminando "txino-txano", husmear, observar, etc... lo que se encuentra alrededor. Hasta ahora, palabrita del Niño Jesús!.

En otro tiempo y en otro lugar, recuerdo a mi amigo Sebas diciéndome:

- Ése no es tu padre?
- Sí, sí
- Es un lobo solitario

Veíamos, en la distancia, a mi padre, completamente solo, manos entrelazadas a la altura de los riñones y sombrero de paja, caminando por la carretera. Una vez mi padre perdido en la distancia, mi compadre Sebas y yo subíamos o bajábamos un trecho de montaña y nos poníamos a fumar hachís y a dejar volar la imaginación en un puto medio que nos era tan ajeno (abulagas, olivos, esparto, capota, etc...) a nosostros, que nos criábamos entre 127s y alquitrán.

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